La resurrección de Jesús y la experiencia pascual de los discípulos tal como se narran en los evangelios son una invitación a aprender a mirar desde la fe, ver para creer. Solemos relacionar la fe, nuestra facultad de creer, con la oscuridad y la falta de visión. La definición tradicional del catecismo da pie a ello mismo: fe es creer aquello que no vemos. Y esto es fundamento de una verdad profunda. La fe supone un riesgo, es una decisión que no se puede calcular desde el razonamiento o desde el conocimiento.
Jesús elogia y proclama como feliz a aquel que cree sin haber visto. Pero el discípulo fue al sepulcro vió y creyó. Esto lo interpretó como el signo de un modo nuevo de la presencia del Señor en el mundo. Ante el sepulcro vacío sólo cabe la posibilidad de creer en la resurrección del Señor. Los signos de Dios son siempre indicios abiertos a una interpretación, abiertos a la fe, porque gracias a ellos podemos creer que Jesús está realmente vivo.
Se trata, pues, de aprender a ver e interpretar los signos de la presencia viva de Dios en los lugares que incluso hablan de la muerte. Los cristianos podemos lamentarnos por los signos de muerte que ahy en nuestra vida o en nuestro mundo, o bien, podemos ocultarlos mirando hacia otro lado. Siguiendo el ejemplo del discípulo del Señor, estamos llamados a mirarlos de frente y aprender a ver en ellos la presencia de la vida del Señor. En esta Pascua debemos ver para creer. ¡Feliz Pascua de Resurrección!