Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Confiada mira la luz dorada
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.

El mundo todo ve hoy gozoso
la luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
rey Emmanuel.

Ya los tres magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al niño Dios.

Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a Dios su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.

La voz del Padre, Cristo, te llama
su predilecto, sobre el Jordán.
Dios en los hombres hoy te proclaman
valiente Juan.

Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de Eucaristía
Caná bebió.

A darte gloria, Señor, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz que nos trae gloria infinita
de amor sin par. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. No podéis servir a Dios y al dinero.

Salmo 48
VANIDAD DE LAS RIQUEZAS
Es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos (Mt 19, 23).
I

Oíd esto, todas las naciones;
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;
 
mi boca hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.
 
¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?
 
Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.
 
Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.
 
El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.
 
El hombre no perdurará en la opulencia,
sino que perece como los animales.

Ant. No podéis servir a Dios y al dinero.

Ant. 2. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.

II

Éste es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.
 
Pero a mí, Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.
 
No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.
 
Aunque en vida se felicitaba:
"Ponderan lo bien que lo pasas",
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.
 
El hombre rico e inconsciente
es como un animal que perece.

Ant. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.

Ant. 3. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.

Cántico Ap 4, 11; 5, 9-10. 12
HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
  de recibir la gloria, el honor y el poder,
  porque tú has creado el universo;
  porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
 
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
  porque fuiste degollado
  y con tu sangre compraste para Dios
  hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
  y has hecho de ellos para nuestro Dios
  un reino de sacerdotes,
  y reinan sobre la tierra.
 
Digno es el Cordero degollado
  de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
  la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.

Ant. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.

LECTURA BREVE Ef 2, 3b-5

Naturalmente, estábamos destinados a la reprobación como los demás. Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo. Por pura gracia estáis salvados.

RESPONSORIO BREVE

V. Será la bendición de todos los pueblos.
R. Será la bendición de todos los pueblos.
V. Lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.
R. Todos los pueblos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Será la bendición de todos los pueblos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Oh Cristo, luz de luz, tú te manifestaste a los magos y ellos te presentaron sus dones. Aleluya.

MAGNIFICAT Lucas 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
 
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
 
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
 
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Oh Cristo, luz de luz, tú te manifestaste a los magos y ellos te presentaron sus dones. Aleluya. 

PRECES

Unidos a los cristianos del mundo entero, oremos y glorifiquemos al Señor, diciendo:

Escucha, Padre santo, la oración de tus hijos.
 
Manifiéstate, Señor, a los hombres que te buscan, como a Dios escondido, en las diversas religiones, ideologías o en los vestigios que de ti encuentran en la creación,
— haz que todos ellos lleguen al conocimiento de Cristo y sean iluminados por su Evangelio.
 
Contempla con amor a los que te adoran como a su único Dios verdadero y te esperan como al juez universal del último día,
— que siempre vean en ti a su amigo y protector.
 
Acuérdate de todos aquellos a quienes constantemente das la vida, la luz y todos los bienes,
— que nunca, Señor, se vean alejados de ti.
 
Manda a tus ángeles para que velen sobre los que están de viaje,
— y líbralos de la muerte imprevista y repentina.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú que manifestaste tu verdad en esta vida a nuestros hermanos difuntos,
— concédeles llegar a tu reino a contemplar tu inefable belleza.
 
Como Jesucristo, también nosotros somos hijos de Dios; por eso con él nos atrevemos a decir: 

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad  en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. 

ORACIÓN

Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo se manifestó en la realidad de nuestra carne, concédenos poder transformarnos interiormente a imagen de aquel que hemos conocido semejante a nosotros en su humanidad. Por nuestro Señor Jesucristo.

CONCLUSIÓN

V.
 El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.